Te recuerdo
mecida en un mar de dudas:
las mías, las tuyas,
las de los demás,
esas que no debieron tener espacio
pero dejamos entrar
y añadieron más miedos
a esos que habíamos ya de enfrentar.
Te recuerdo
suspendida mi voz de un suspiro
y provocando, a la vez, tu voz mi silencio.
—Tu voz…
que me sabe aún a dulces,
a soles de invierno,
a refrescante ola de calor
en mitad de un desértico infierno
de asfalto y cartón,
a burbujas
de fresca ilusión
que aún me llevan al cielo…—
Te recuerdo
como aquello que no fuimos
por más que yo quise creerlo.
Te recuerdo
y no sé qué fue de mí…
¿y si el olvido me cubrió de verdín
y no soy más que un recuerdo?