Te meces. . .
y meces tus caderas
como las olas tranquilas
que anhelan reposar en la mar en calma.
Un vaivén
es el péndulo
en el centro de gravedad
de tu esencia de mujer hermosa.
Y me amas
y te amo,
apenas en el sentido de hacernos el amor
[en el aquí y en el ahora]
hasta el límite de las fronteras autoinfligidas
de nuestras ciudades amuralladas.
Y te extingues
y me extingo,
tu en mí
yo en ti, y la tarde en nuestro lecho.