Tapir de lluvia

Llegó ‘nuevamente’ este día cinco. Ya es una costumbre mía llamarte.
Aquí tienes tu poesía: algún día podré dormir sobre tu país desnudo?

era casi idéntico a los otros:
Criaba tomates esa pequeña parcela
dueña de una sola mano,
coleccionaba pequeños mundos rosados y azules

se dejaba crecer el cabello negro
y se expandía como la noche:
llevaba la ternura expuesta, por eso lo maté.
En nuestro sexo jamás cerrábamos los ojos.

Desnudos sobre el pasto negro de ese cuarto
disueltas las voces con violencia: hablábamos de
casarnos, de la estabilidad de la mente
de la fisión atómica, de la danza
y de su compromiso materno con la estrella.
Nos recostamos y me abrazó con violencia;
yo me dividía en dos
y alzaba mis pulgares y le tocaba la nariz
para saber si seguía ahí y no se iría por el corcel del sueño.

Recuerdo que una vez hablamos
de la fuerza inamovible de un aparato quieto
versus el movimiento continua y sempiterno
de algo dirigido hacia el futuro, a fin de cuentas,
su mano me tocaba y yo era un largo incienso
abandonado en el mármol.

Esa vez le dije acerca de la comodidad
y del pensamiento: “no lo pienses”
y hablamos de que mi cuerpo estaba muy alejado del suyo:
me abrazó nuevamente.
En su boca germinaba la raíz de algo poderoso.

Observe a través de sus grandes manos blancas
muchos animales:
tapires de lluvia
pájaros en monzones
garzas brillantes
y un leve graznido de colibrí

Más de una vez le arranqué un gemido:
amamantado de su presencia y de sus ojos.
Iba y venía en tono tranquilo
por sus manos y pies.

Ahora lo sé, estaba frenético y descuidado,
caminé por el pasillo
y le besé
estirando mi cuello sobre su torso blanco de menta:
de menta blanca.

En resumen: tiene los ojos claros
el pelo ondeante como una bandera feliz y larga
sus manos
revoloteaban como un chamiza de mariposa
y yo jugaba con sus dientes
poblándoles de mi amor enrojecido:
le besé la mano
la arteria
la habitación sola
y la frente:
recuerdo que tenía el sexo afilado.

Todo era rutina en un principio:
entrar, besarnos, la carne y el sudor:
luego vino la danza, la mermelada y la miel
y su boca y mi boca se abrió como el mar
cayó todo a su precipicio dorado, hasta yo

su nombre se apagó en mi cavidad,
le enseñe el puente, el ocaso y la razón marxista:
su objeto es mi inspiración ahora.

sus tobillos y su lunar izquierdo son en realidad
dos cosas sobrehumanas, algo casi inextinguible
como boreales
como ostras
como agujeros de niebla en la luz:
la diferencia radica en que a mí me hace poeta
pero a los demás les hace el amor.

La diferencia radica en que una tarde yo le maté
en mi poesía
para ya dejar de escribirle
y ya dejó de buscarme.

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