En un terreno yermo, descansa un árbol caído,
sus raíces al cielo, como dedos desesperados por vida.
Bajo un cielo plomizo, las nubes se reúnen en cónclave,
mientras la casa, testigo en silencio, observa el final del día.
La brisa susurra secretos de una tormenta pasada,
arrancando del suelo lo que una vez fue verde esplendor.
Ahora yacen, en un montón de ramas retorcidas,
los restos de lo que fue, susurros de un tiempo mejor.
La tierra desnuda, marcada por ruedas y desdén,
no ofrece más refugio al legado de la naturaleza.
La muerte, en su forma más simple, se extiende sin ver,
mientras el atardecer da paso a la oscuridad con certeza.
El crepúsculo desciende, y con él, un velo de olvido,
sobre el cadáver de madera que una vez tocó las estrellas.
El susurro del viento lleva consigo el último suspiro,
de un gigante que, en su caída, dejó atrás sus huellas.
7 Me gusta
En la naturaleza se suceden vida y muerte en cada momento, sin hacer aspavientos. Forma parte de la rueda de la vida…se aprovecha todo y todo pasa desapercibido.
Y tu hermoso poema me trajo esa sensación, me llegó…ese susurro del viento.
Me gustó mucho, compañera!
Bienvenida de nuevo. 
1 me gusta
Gracias por sus palabras , se siente bien estar de vuelta. 
1 me gusta
Bienvenida de nuevo a Poémame.
Siento que en tus versos se crea una elegía visual y emotiva sobre la decadencia de la naturaleza. En tus imágenes evocadoras, en tus letras se revela la tristeza de la transformación y el inevitable paso del tiempo.
1 me gusta
Siempre quedará memoria de ese árbol, quizá besos dados bajo sus hojas, tal vez corazones tallados a navaja en su corteza o risas de niños jugando a su sombra. Lástima de fitófagos y elementos, que acabarán por terminar con su estructura, aunque en su lugar brotará otro árbol que asomará a la vida. La vida es una estación de tren en la que unos se van y otros llegan. Gran poema. Saludos.
1 me gusta
Feliz regreso, compañera poeta. Saludo cordial
1 me gusta