Tiene que ser de colores,
como sus versos,
desde el estómago, directos,
sin contemplaciones.
Su efluvio viene a buscarme…
Son sus palabras
un cielo abierto,
un pellizco a mí torpe
y desarbolado corazón.
Y mi mente se echa al vuelo,
sin sentido, sin permiso,
sin complejos, sin razón…
Tiene que ser su rostro
como la medianoche,
crisol de luces y sombras,
de sueños y sinsabores,
y sus manos acariciando
tienen que ser ruiseñores…
Es su quejido un mar apaciguado
y su cuerpo, ¡ay su cuerpo!..
soy incapaz de imaginar tal efigie,
digna de un cincel apasionado,
de alma suave y profunda
como abismo inexpugnable.
Y tiene que ser un sueño
atestarnos de jadeos
con sus besos por mí espalda
y mi boca por su cuello.
Ya no oculto mi deseo
de sus dedos con los míos
escribiendo,
y el de su lengua y la mía
bailando un bolero.
Quizás cualquier madrugada
sus versos devoren mis versos.