Alumbran un sendero de esperanza
hacia la inmediatez
sus manos quedas y huesudas,
su aspecto pulcro y esmerado
como esos cuadros que nos muestra
con afecto mientras conduce
los pies cansados por el piso
de estancias mínimas pero ordenadas.
También en eso hay dignidad,
y en el dolorido rostro que observa
el mío cada vez que lo visito…
Con gesto adusto, como las ramas
de un arce por el viento avasallado,
no dice nada pero yo sé
que en su quietud la vida sigue
aleteando ingenuamente.
Un poema gentil, respecto a ese gentilicio inagotable de sus manos; pero más allá del nucleo narrativo, el saber decir que enviste al poeta en la observación y captación de aquello que acaece, toca fondo en los sentidos, quizás por la certeza que todos tenemos de envejecer o quizas la habilidad de sus palabras para representar el acontecimiento. —Aplausos.
Muchas gracias Domingo, qué bonito comentario. Ver el rostro de la vejez, en este caso en mi padre, provoca una emoción intensa. Pero yo también tiendo a la observación y a la contención. La observo y le doy forma con las palabras, que me alegro te hayan gustado… Por cierto, gentileza, que cualidad tan bonita has mencionado, de la que tú también gozas…