Siempre me sentí un tanto culpable al mirar los ojos llenos de tristeza de aquellos a quienes amo. Siempre me culpé por sus momentos de enojo y sus tropiezos. Supongo que la culpa está arraigada en lo más profundo de mi ser, a veces creo que la cargo desde vidas pasadas y que me aplasta cuando intento respirar. Caminar por los senderos de la culpa es extenuante. Una mirada, cualquier gesto, una palabra y ¡zas!, ahí está: la ansiedad, la presión y el dolor en el pecho; las palmas de las manos y las plantas de los pies se convierten en Antártida, la tensión en los músculos y las lágrimas que son más bien lluvia que todo lo inunda. Y ahí vuelvo a estar yo, helada, con dolor y nadando en culpa.
Pensar en mí, ser más egoísta, ponerme como prioridad y olvidar la culpa… suena fácil, además de tentador. ¿Quién no quisiera vivir sin cargar tanto peso? ¿Quién no quisiera sentirse más ligera? ¿Quién no quisiera la eterna primavera en lugar del gélido invierno?
A veces, solo a veces, pienso que soy culpable de cargar con este sentimiento. Sí, también me echo la culpa de mi propio sufrimiento… Quizás todo tenga raíces más cercanas y no se remonte a mis vidas pasadas. Quizás sea consciente de que en esta vida, de forma prematura, fui culpada por el sufrimiento de otros. Dicen que algunos bebés traen el pan bajo el brazo, y otros, como yo, traemos una condena. No es casualidad que se diga que los hijos atan.
Tu poema se siente como algo muy personal y conmovedor que explora el tema del sentimiento de culpa de una manera muy honesta y vulnerable.
Con tus letras me llevas entonces a un viaje profundo a través de la culpa, una carga que se siente intensamente. La emotividad y las imágenes poderosas capturan la lucha interna y provocan una reflexión conmovedora.
Alejandro, quiero expresar mi más sincero agradecimiento por tus amables palabras y esa calurosa bienvenida. Extrañaba mucho este espacio, ya que Poémame siempre ha sido como un hogar y un refugio seguro para mis creaciones/reflexiones literarias. Te envío un afectuoso saludo desde Montevideo.
Exactamente eso compañera! Es agotador!. Despertar y sentir: otro día más para sentir culpa. Hay que trabajar en ello y despojarse, liberarse. Es nuestra mente que nos maltrata, nadie más. Es más, nadie puede, somos nosotros los que le damos permiso. Buena vida y muy interesante tu relato.