Soneto

Tan sólo los más puros sobreviven,
convierten el infierno de la vida
en mágico palacio de ascendida
ceniza donde ocultan lo que viven.

Los labios de la muerte se perciben
en cada soñolienta despedida,
en playas de lágrimas sumergidas
al lado de sirenas que malviven

de osarios, en los pecios de marinos
que, yacentes, escuchan esos trinos
de pájaros que el tiempo ha marchitado.

Y es triste, sin embargo, que así sea
la suerte de los que aman la marea
sangrante del amor desmesurado.

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