Si la mente pensar tal vez quisiera,
que al mostrar su pudor y sano juicio
apenas compromete amor y vicio,
a cantar otro gallo nos pluguiera.
Así a veces cruzamos la frontera
cargando de por vida ese suplicio,
si más parece un cándido prejuicio
que sobre las narices nos cayera.
Pues si alguien no se cubre con su estima
recibirá sus golpes y morados
cuando menos lo espere su esperanza,
sin que a cambio le bajen a la sima
donde yacen los reyes destronados
al merecer del pueblo su venganza.