Los mortales devotos no requieren
creer en los milagros ostentosos,
si es que cuando les llega la hora mueren
al parecer felices y dichosos.
Será que por sumisos tan piadosos
día tras noche a la oración se entregan,
de sus propias creencias tan celosos
que de sus convicciones no reniegan.
Pudiera ser que a pachas se congregan
a pedir el perdón de los pecados,
y sin ningún pudor las alas pliegan
por temor a sentirse señalados.
Que siendo ley de vida el espicharla
caerá en saco roto tanta charla.