Mil veces he huido de mi propia sombra
tratando de olvidar lo padecido,
sin constatar que resultando en vano
no ha debido servir de casi nada.
Quien sabe si cegado por el miedo
no he visto más allá de mis narices,
que haciendo de mi vida un funeral
lidiar me cuesta aún con tanta intriga.
Si es que siendo educado ya a propósito
malparado quedó mi pundonor
tal que probado el maleficio fuera.
De nada sirve que quejar me queje
sin nadie que escucharme quiera, auguro
cerca ya de las puertas de la tumba.