Somos una contingencia

Ayer, mientras te veía cepillarte los dientes, me di cuenta de algo: los seres humanos somos una contingencia. Y es que es así. No quiero que corramos juntos una carrera infinita que nos lleve a algún puente de colores. Para nada. Ya entendí que este amor es como un viaje de dos amantes que naufragan en una nave espacial sin rumbo, esperando que a la vuelta de Neptuno o Plutón exista alguna colonia humana, mientras que, tras de nuestros rostros crédulos, se baja el medidor de oxígeno.

Amor, somos humanos, lo nuestro es una contingencia. Y es que mira que dándome cuenta de esto he podido ser mejor para todo. Ahora cuando estoy con mis alumnos, ya sé que la mejor clase del mundo es la que les doy ahora, y que todo conocimiento nace de este instante. No como algunos colegas míos, que juegan a ser el mejor solo por competir o hacerse los inmortales.

Prefiero creer que todo esto es contingencia y no efimeridad, porque está mejor así, ¿Acaso no has visto lo milagroso de tus manos sobre mis miedos? ¿O de tus pies jugando al escondite bajo los míos a la mitad de una noche lluviosa?

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El tema es fascinante, en la extensión del párrafo hay mucho por descubrir como herramienta para reforzar interpretaciones conductuales. Aplausos Daniel. Gracias por compartir.