Hoy, sólo vengo a despedirme.
Los campos del lirismo
hace tiempo
que los presiento desolados.
He decidido emprender
el camino de la ignorancia
y seguir el sendero
que transita la gente normal.
Ya no me detendré,
a oler más las flores,
ni sentiré la caricia
de la brisa en mi rostro.
No volverán a volar
las negras golondrinas
este espacio,
pues hace tiempo
que emigraron
a su país de origen
y no tienen intención
de volver,
a este lugar amargo,
donde nada es lo que parece
y sin embargo todo
es aparentemente sencillo.
Como un cordero,
entro en el devenir
de la supervivencia
y me olvido de todo
lo que tiene que ver
con el sentimiento.
No quiero más dolor
paseando por mis venas,
ni sentir la soledad,
hurgando mis arterias.
Quiero transitar
el enigma de la vida,
como un ignorante,
dejarme llevar
por la marea
de la existencia,
como un homínido.
Vivir,
mientras mi aliento
me sustente,
sin necesidad
de tener que mostrar
lo que siento.
Pido al amor
que me cautiva,
que se desvanezca,
como si de bruma mañanera
se tratara,
para que pueda
iniciar el viaje,
que me ha de llevar
a las costas de la serenidad,
donde uno deja de sentir
las mariposas que le invaden
y le hacen débil y accesible,
para acabar adquiriendo
la fortaleza necesaria
para navegar el mundo,
a corazón abierto.
Quiero acercarme al mar
y sentir su inmensidad,
como si fuera la primera vez
que lo veo,
mirar el cielo
y sentirme en paz con el universo,
perdido en mi propia inexperiencia.
Andar descalzo
y sentir la humedad
de la hierba,
como algo nuevo y agradable,
que me da la energía
que me alimenta,
que las estrellas
me miren y titilen,
como si me guiñaran sus ojos
en la oscuridad.
Me gustaría sentir
el aroma del sándalo
y la vainilla,
acompañando mi viaje
a la eternidad
y un revuelo de gaviotas blancas,
guiándome
a lo más recóndito del océano,
donde las ilusiones permanecen
y los sueños se oxidan,
en su propia remembranza.
Alguna vez quise llegar a ser poeta,
pero muero en el intento,
pues creo que la musa
rompe al hombre por dentro,
si es fiel a ella.
No puedo ser poeta,
sin ser caballero
y para ser caballero
necesito de una armadura
y de una dama, a la que ser fiel.
Si mi dama es la poesía
y a ella debo fidelidad,
es evidente
que no puedo ser poeta,
pues hoy mismo la abandono.