Sobre rosas negras

Alguna vez soñé
con encontrar la rosa negra,
la que vive en los acantilados
de la desesperanza,
la que siempre
se mantiene alejada
de los ruidos que martillean
nuestra mente
y de esos seres perversos,
que carecen de bondad.

Hay infinitas rosas negras,
tantas como nuestros corazones
son capaces de concebir,
pero sin duda
yo prefiero la aromática
pues consigue embriagarme
al tiempo que me traslada
al mundo de los sentidos,
ese en el que cualquiera
es capaz de perderse para siempre.

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Paseando una noche insustancial,
por los arrabales de un puerto perdido
en las sombras del tiempo,
me atrajo la atención una fragancia.

Provenía de un solar abandonado,
donde un rosal
que nunca antes había visto,
empezaba a abrir sus flores
a las caricias de la luna.

Las rosas eran de un color negro mate,
pero con un brillo indefinido,
como si con polvo de estrellas
hubieran sido rociadas.

Mi interior
sintió el murmullo de su llamada
y no pude evitar acercarme a olerlas.

Eran simples pimpollos sin abrir,
pero al sentir mi cercanía
comenzaron a palpitar,
como si de las entretelas de un feto se tratara.

Cuanto más cerca me encontraba,
más atraído me sentía.

Mi pensamiento era voluptuoso
a la par que precavido,
mas no era capaz de decidir
si acercarme o alejarme.

Sentir que la flor
abría sus pétalos para mí,
me hizo tomar la decisión
de ir junto a una de ellas.

Lo primero que percibí,
fue que era una rosa triste,
sumida en la amargura;
una flor perdida en el dolor,
incluso antes de venir al mundo.

Cuando algo así se te mete dentro,
es difícil de digerir.

Poseía la negra flor,
una dulzura innata,
complicada de esconder,
imposible de negar;
como esa margarita
que nace en un campo de batalla,
abarrotado de cadáveres
que se descomponen al sol,
entre los cuervos.

El desamparo es un abismo
que dota de personalidad al individuo
y la zaina rosa sucumbió a su destino,
forjado en lágrimas
y difuminado en negro.

A pesar de todo el perfume que la adorna,
no se adivina el infinito
que esconde en su interior.

Entre unos pétalos suaves,
pero matizados en la distancia,
palpita un horizonte
perdido en su grandeza,
un huracán
sin desierto al que huir
y una bola de nieve
sin ladera por la que rodar.

El azar es una sombra
en la que se ocultan
sentimientos sin porvenir,
canciones que serán mudas
y melodías sin sonido,
carcajadas de un payaso
que jamás saldrá
a la pista del circo,
que sucumbió
en el intento de alcanzarla.

Hay una rosa que palpita
en el silencio de la soledad
y un fornido marinero
que busca su sino.

Un corazón tatuado
que va de puerto en puerto,
buscando una flor
que ha de cobijar
la monotonía de lo cotidiano,
la sintonía de lo mágico,
la melodía de los mundos
donde el mimo muestra
su cara más afable.

Donde la risa es fácil
y la sintonía de los seres
que se necesitan,
brilla en la perpetuidad
de los tiempos venideros.

Donde el amor asoma
y los miedos desaparecen,
al levantar la bruma,
en el momento
en que cielo, tierra y mar
se juntan para dar vida
al mundo que habitamos.

Desperté de mis pensamientos
y tras volver a oler la flor,
abandoné el lugar
donde sentí el aroma
que ahora me acompaña.

Desde entonces
la rosa habita en mí
y su mundo me perfuma.

Somos dos seres
perdidos en la inmensidad,
que se desvanecen cada noche
entre las brumas de la bahía,
a la que nos lleva el tránsito de la vida.

Un viaje incierto
en el que cada día
hay un puerto
y un horizonte indefinido,
donde la travesía,
algún día llegará a su final.

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Es un poema río, un viaje incierto, acantiados de desesperanza… y muy buenos versos, compañero. :+1:

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Hermosa imagen la de la rosa negra de los acantilados.Un gran poema. Saludos.

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Muy bella la imagen de la rosa negra…
Un gran poema, completísimo y hermoso! Mis aplausos. :clap::clap::black_heart::black_heart:

Que tengas buen día, Pedro. Abrazo.

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En este tu poema, con maestría, nos llevas en un viaje a través de las sombras y fragancias de la rosa negra. Con esta tu exquisita poesía, exploras la melancolía y la búsqueda del amor en un mundo donde las flores esconden secretos. El escrito todo se me figura un relato que perdura como la eternidad de la propia rosa.

Poseía la negra flor,
una dulzura innata,
complicada de esconder,
imposible de negar;
como esa margarita
que nace en un campo de batalla,
abarrotado de cadáveres
que se descomponen al sol,
entre los cuervos.

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Gracias un placer tenerte por aquí, José Manuel. Saludos.

Me alegra mucho que te guste. Gracias por pasar. Un saludo.

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Muy agradable para mí que lo veas así, María. Un auténtico placer tenerte por aquí. Un saludo.

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La rosa negra será eterna, mientras su fragancia viva en la memoria de alguien. Un placer tenerte por aquí, como siempre. Un saludo Alejandro.

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Qué maravilla de letras, por favor! De principio a fin con la boca abierta!! Grande, Pedro, grande! :clap: :clap: :clap: :clap: :clap: :heart:

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Hermoso y completísimo poema, @voltereta.

Un gusto leerte.
Abrazo. :slightly_smiling_face:

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Gracias por venir. Es un placer. Un saludo.

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Muchas gracias por venir, me alegra que te haya gustado. Un saludo.

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