El agua se estira, tensa y comba,
se alza y dobla la onda,
hasta que rompe espuma en su cresta.
Y entonces galopan caballos de agua
ondeando su blanca crin.
Cascos en tropel hacia la playa,
relinchos apagados sobre la arena.
Incipientes alas quebrándose.
Parece risa,
resonancia de latidos de corazón lejano,
pétalos fugaces,
pliegues emplumados,
ondinas en aleteo mitológico.
Hojarasca que el viento arrastra.
Puntas inagotables del mar latigueando.
Lenguas sobre la arena, salitre saboreando.
Despertares del profundo sueño del mar.
Branquias respirando en el mismo lugar,
jadeo líquido del cansancio cautivo.
Bamboleo para la mirada melancólica,
que llora a mares,
divaga y naufraga,
esta tarde solitaria.
Qué disfrute es atestiguar tu poesía angular, querido Jesús. Los ojos se vierten en la pantalla. Los sentimientos se apresuran por el convite que se manifiesta como un festín. Eres un orfebre de la palabra. Mi más sentido agradecimiento para contigo. Abrazo en medio del oleaje.
Me encantó tu poema, tan mistérico, entre místico y misterioso. Y curiosamente mientras lo leía pensaba en los griegos, en otro tiempo, hasta que apareció la palabra “mito” y el agua desbordó
Saludos!