El Sábado seguí a Sara, sigiloso, sospechando su secreto.
La sorprendí en situación:
Sol sofocante. Sudor y sábanas.
Susurros, seducción, sexo, saliva, sustancias.
Sara, servil, satisfacía al señor senil del saxofón.
Silenciosamente, soporté tal sordidez y supremo sinsentido. Sentí una sacudida salvaje.
Sentado, suspiré sin saber si lo superaría. Si sobreviviría sin Sara. Sin su sabor, sin su sensualidad, sin su sonrisa.
Salí del sitio sin ser sentido.
Subrepticiamente sustraje un sable del salón. Sosteniéndolo, suavemente lo sumergí en mi ser solitario. Sollocé.
-Sara, Sara… -
Sangre. Sombras.
Silencio.