Ya no miro hacia arriba
cuando busco consuelo;
no me engaño a mí mismo
de cuanto expiar puedo.
Ya es mi hogar la soledad,
refugio frío y fiero,
donde no encuentro nada
de aquello que yo quiero.
Ya no hay luz en mis ojos
ni calor en mi aliento;
no me queda esperanza,
no hay sonrisa en mi gesto.
Si aciagos son mis días
mis noches son tormento;
vivir sin tu presencia
es como vivir muerto