Navega tu mano cóncava
(barca azul) con mi mano abierta
como vela; la quilla, el tiempo;
ojos verdes al timón; la vida,
el mar, el viento.
…
Atravesamos tormentas, olas grises,
viajando por islas infinitas. Cicatrices
al roce con las rocas: hubo heridas,
peligro de naufragio; pero siempre caminamos
sobre el rumbo. Con un tú, mi yo salía a flote.
…
En una orilla construimos nuestra casa;
acogedora, con cimientos y argamasa;
música, sillones, flores rojas, imágenes
de historia, libros, luces; aroma de café
por las mañanas y un cómodo sofá para los dos.
…
Creamos vida, milagro de sonrisas y temores;
libre y suya (por siempre forma parte de nosotros).
Navegamos felices con el sol, buscando arena.
Suave soplabas el mar, plata las olas.
Refugio fueron la piel y los colores, acuarelas
dibujadas a dos sueños, brillantes los acordes.
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Hubo días de dolor, sin ver el puerto.
Cambiamos las artes de pescar, los aparejos.
Aprendimos a mirar al horizonte, el vuelo circular
de las fragatas, la forma caprichosa de las nubes,
la calma del “solpor” con el cielo arrebolado.
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Diosa fuiste en medio de mis versos,
también Maga; mar y camino; viento y nube.
Imprevisible y tuya: blanca y roja. Sortilegio
de hadas tu mirada. Te llamaba pregunta
sin respuesta. Me acostaba en el hueco
de tus ojos sintiendo tu olor a primavera.
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En otoño, cuando caen las hojas,
en las aguas tranquilas de una ría,
al abrigo del norte, en una orilla,
amarramos el barco silencioso.
Sobre la playa, en un mismo instante,
dibujamos dos cuerpos con un único
sentido, ajenos al olvido y a la muerte.
…
Somos nosotros:
espacio y tiempo en resonancia.
Amor —dicen los poetas—.
…
Foto propia