Mudó de piel el silencio.
Se inventó un huracán de palabras
y con ellas se hizo ceniza de viento.
Se pegaba al cuerpo
dejando una nueva epidermis
de gritos-silencio.
Ya no se eriza la piel al contacto,
está apagada, en silencio.
Trasnochados los sueños no soñados,
los tactos no tocados,
los besos sin labios y el susurro en silencio.
El rostro macilento del día
derrocha pena y tortura de minutos agónicos.
No se derrama el tiempo,
no se atesora…¡se vive!
Y así, “malsabiendo” vivir la vida
nos gana el silencio.
Denostadas las voces de las bocas que gritan.
Ultrajada la palabra escrita en verbo amar.
Limitados los vocablos a un reducto mínimo.
Sin apenas darnos cuenta
El silencio, a veces hermoso, a veces una traba, en ocasiones un deseo. En muchas ocasiones, la tristeza y la pesadumbre de no gritar los sentimientos y hacer del silencio una carga. Me gustan este tipo de poemas que nos hacen pensar y nos trasladan inquietud.