Si soy sólo un producto cultural

incapaz de olvidarme de mi instinto,
cómo puedo entender que nada pinto
viendo la confusión universal.

Si la vida parece un carnaval
al que no le han quitado su precinto,
para que no se vea el laberinto
donde se ha de decir su funeral.

Si tomo mi experiencia colectiva
como el mejor modelo aquí existente,
de cariño eficiente bajo el cielo,

sería una mentira compulsiva,
diría que bastante repelente,
que me produce mucho desconsuelo.

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