Darle ciudad a un ladrillo,
es lo mismo que darle una tecla a un piano.
Curiosa es la música que sale de tu boca,
misteriosos los acordes de un beso,
el clímax al que no le sobra un ápice,
tus ojos morenos, rutilantes y oblicuos.
Hasta la noche todo cuenta, y en cambio luego…
Solo te necesito a ti.
El sentido del tiempo lo pierdo,
el del espacio,
el de la pequeña dimensión física que ocupamos.
Tu cuerpo y tus sabios momentos,
si están solos, se dejan fuera de la vida.
No merece ser humano el dominio
de tus deseos.
No merece ser humano el desprecio a tu llamada.
No merecen ser humanos los dioses.
No merecen ser humanos los días y las horas.
Ni el beneficio de la duda.
No en el fondo.
No en la mente.
No en el amor.
-¿Cuántas veces me habré acostado con miedo al despertar?-
-¿Y si el amor cambia de gusto, de sabor, de prioridades?-
Es lo mejor que puedo decirte/me.
Será que somos tan iguales
que este poema nos gustará a medias.
Compartimos todo lo que está escrito.
Si no me entiendes dímelo…