Todo está cambiando, desde el mismo día
en el que Noé devolvió la libertad a su paloma.
Nuestros ojos siguen siendo hermosos,
como flechas que cruzan el aire
al compás de nuestras canciones.
Cuentan que la historia volverá a repetirse;
que un nuevo Judas venderá,
por otras treinta monedas, al último Jesús.
Y sigo, sentado, pensando que Jesús
tampoco llegó a responder
a mi universal pregunta.
La lluvia de la mañana
ha cesado sobre mi cabeza;
quién sabe, si también, sobre la tuya.
Vengo ha decir que el amor no ha muerto;
mas, habéis de saber que herido o amedrentado
por este tiempo, se ha refugiado en
algún misterioso lugar.
Hay que buscarlo;
porque, tal vez esté en cualquiera
de nuestros corazones.