Hola pequeña flor.
Vives en un vaso con un poquito de agua;
y víctima de mi miedo, te he arrancado para sentirme,
menos triste.
Te maté porque te necesitaba;
y cuando corté tu tallo, en aquel parque,
sentí en mi pecho, el dolor de una puñalada.
Mas no podía irme sin ti,
hubiera añorado tu compañía;
y, tal vez -¿porqué no?-
el muerto hubiese sido yo:
¡Ah!
Te amo y por eso te maté.