Déjame ese brillo
incrustado en mis hojas sin tinta,
grabado en la memoria
de mis deseos osados…
déjame respirar
la suavidad de tu tarde de mayo,
oler el cabello negro
de tu locura,
imaginar el sabor de tus labios
de alcohol sublime.
Acá, quédate por
noches que auscultan los secretos
de mi palpitar acelerado,
ese que me pone nervioso,
ese que me hace soñador.
Déjame quedarme
un momento sin tiempo
en tu reloj de vida,
allá, en tu sonrisa cómplice,
en tu suspiro de medianoche,
en tu beso íntimo de madrugada,
en tu sensualidad.
Déjame,
ser poema,
en la hoja de tu
secreta poesía.
No sé cual seria su propósito —con todo respeto admirado poeta— pero ha hecho usted un poema universal, permeable a todo tipo de alma humana, prescindió de todo tipo de símbolo abstracto y se hizo expedito (argumentando en lo secreto) . — No tengo otro recurso que aplaudirle, y celebrar su poema con estrellas coloridas y algunas flores del camino, saludos. —Aplausos.