Se puso triste el día para verme marchar,
se engriseció la tarde y se detuvo el mar;
se entristeció el llorón al viento desolado
y me llegó su duelo de ramas mecidas en vaivén.
La fábrica de ron de caña dejó de respirar
y me miró desde su alta chimenea,
como si reparase en mí, por vez primera.
Tembló el polvo cerca de la lluvia que no llegó a caer,
y con sus lenguas blancas el mar sonó rum rum rum rum rum, sin cólera,
sin la cólera de aquellas noches que ensordeció
mi sueño con su bronco y furioso brourummmmmmm.
Los bloques, vacíos hasta el verano,
se irguieron para escuchar las quejas del palmito,
el kiosco me esperó pacientemente, como siempre.
Después de nueve meses, todo había de quedar
-menos yo- allí, en Torre del Mar,
atado a la rutina seca y salobre de la costa.
Hermosas metáforas adornan tu bello poema!!!Aplaudo!!!
“Se puso triste el día para verme marchar,
se engriseció la tarde y se detuvo el mar;
se entristeció el llorón al viento desolado
y me llegó su duelo de ramas mecidas en vaivén.”