Junto a la ventana: un libro; tras su cristal: el mundo. Las letras se van deshaciendo en jirones de niebla. Cada palabra deja espacio a un sueño. Algún recuerdo se mezcla en el lento transcurrir de la lectura. Suena una canción: habla de un espacio en movimiento, de coches y camiones; de amaneceres.
Anochece. El aire pinta color azul en las paredes. Por mis ojos pasea el silencio.
Aparece la lluvia. Cada gota es un alma que mueve sentimientos con el viento. Redonda y frágil.
Cae la noche. Yo no sé si dirijo a las estrellas mientras se desvanecen en el cielo o soy una de ellas cayendo sigilosa en esta noche de horizontes sumergidos. Escucho al viejo Tom Waits, llega olor a madera en un bosque de sombras. Tiempo fugaz y detenido, de estrellas escondidas, de sonidos apagados en espirales menguantes que también se desvanecen. Todo es uno y nada.
Llueve, las nubes cobijan bajo las estrellas.
Mi historia, mi mundo, mis sueños, viven aquí adentro. Quieto y agitado.
Caminando hacia atrás y hacia delante; anochece… será mañana otro día.
Gracias, María. Hay sinergias. La lluvia, al anochecer, tras los cristales, crea un momento propicio a los recuerdos, a mirar al pasado y al futuro. Abrazos