Un libro es la sal del pensamiento,
el grano pequeño y brillante
que da gusto a la vida.
Sin él, el mundo sería
una vasta llanura seca,
un eco sin voz,
un ojo que mira pero no ve.
Abrir un libro
es abrir una ventana en medio del desierto,
es beber agua dulce en la sed de los siglos,
es vestir alas
y volar más allá del horizonte conocido.
Quien no lee,
se ata las manos al polvo,
se entrega al olvido de los sueños,
retrocede,
se adormece en la cuna de los milenios,
cuando solo unos pocos
guardaban para sí el secreto de las letras,
y la ignorancia era un yugo
más pesado que el hierro.
Cada página es una semilla,
cada palabra, una chispa.
Leer es sembrar futuro en la sangre,
es incendiar la noche del alma
con la luz eterna del saber.
El libro es llave,
es puente,
es barco,
es ala.
Es una rebelión silenciosa
contra toda oscuridad.
Desconocer su importancia
es condenarse a la sombra,
a la repetición ciega del error,
al silencio impuesto
por quienes prefieren pueblos mudos.
Hoy, en el Día del Libro,
recordamos que cada letra escrita
es un acto de libertad,
una piedra más en el edificio frágil de la dignidad humana.
Leer no es un pasatiempo:
es un derecho ganado,
es una forma de ser eternamente nuevo.
Sal de los días,
agua de los sedientos,
fuego de los que aún creen en la esperanza:
eso es un libro.
Marcela Barrientos 28-04-2025
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Argentina