…
A veces me preparaba
y salía a buscar las orillas,
tibias
como un hueso desnudo;
no las encontraba.
Una vez fui desde el sur
a posar mi mano
en su vientre
y en su sexo,
y me elevó de repente
al cielo
y me creció desde dentro
una letra
nacida en mi mano de hombre,
criada y movida
por una voluntad de
estanque
a pesar de estar rodeado
de agua y sal.
Apareció desde ese lugar
mi caricia más duplicada
como quién busca
su canto
entre olas desalmadas,
qué breve fue
el cielo
entre las gentes de la plaza:
palomas gaseosas
entonando vientos,
manos aquí y allá, ruiseñores.