Libérame del grillete que me ata al mundo,
de ese amor imposible que me hace reo
de ese dolor que oprime mi pecho desde dentro
apretando mi corazón hasta reventarlo.
Ven con tu guadaña y siega mi existencia
como si de trigo dorado se tratara,
apiádate por una vez de este pobre poeta
al que no le salen versos tristes de amor.
Descarga un golpe seco sobre mi sien
y déjame disfrutar de la felicidad,
de la soledad compartida con uno mismo
entre sueños y quimeras jamás acontecidas.
No tengas miedo, no he de arrepentirme,
las mejores poesías se escriben en lo negro
con lágrimas en los ojos inexpresivos
de quien ha perdido la visión de un horizonte.
En el murmullo de las olas iré mar adentro
donde nadan los delfines y los calderones,
donde cantan las sirenas a los incautos marinos
al borde de los confines azulados del océano.
Las gaviotas me servirán de compañía
mientras bancos de peces me observan
vestido de coral y luciendo madreperlas
me iré al fondo oscuro a cerrar los ojos.
Algún día, en la lejana orilla de una playa
alguien encontrará una hermosa caracola,
engalanada en colores iridiscentes y opalinos,
se la acercará al oído y entonces escuchará la voz.
Le hablará de los fondos marinos de arenas blancas
de las ballenas grises que surcan el espacio añil
y del hombre que murió por miedo a la poesía,
por temor a dejar abierta su alma de par en par.