Yo me ahogo en botellas con vinagre.
Es la metáfora perfecta
para mi escepticismo y los aires de grandeza
que se llenan con acciones sutiles
al presumir mi escasa originalidad.
Y mis ganas de vivir
son perpendiculares a mi pereza.
Entre ellos se forma un nudo
y la vaguedad de mis ideas
no me lleva a ninguna parte.
¿Y qué si la rima se volvió asonante?
En mi mente hay pura fantasía discordante.
Nunca me había
preocupado tanto por mi identidad
y cada vez que me veo al espejo
solo surge un “¿dónde estás?”.
Mi reflejo me miente,
ese no soy yo.
Si abro mis labios más me pierdo.
No sé dónde estoy.
No recuerdo
todos mis nombres
y el que más se repite
es el que menos me corresponde.
Algo tan frágil y dulce,
no, no me pertenece.
Quiero algo que refleje la crueldad,
aunque no sea cruel en realidad.
Me gusta estar perdido
y no saber dónde encontrarme.
Entre más me deprimo,
menos socializo
y más pienso.
¿De esto podré sacar una gráfica?
Todo lo aprendido es desechable.
Mis recuerdos son relativos,
entre más vivo me siento
las ganas de vivir se van extinguiendo.
Soy un humano frágil,
una niña de cartón;
aunque las lágrimas se sequen,
ya habrán causado un daño.
Sistema de autosabotaje, 2020