En uno de los mares del Atlántico,
el Mediterráneo,
que tres penínsulas baña
de aguas tranquilas y transparentes
envenenadas de la dejadez
de una sociedad pudiente,
donde se baña la luna
y se lava el sol,
un barco lo surca a la deriva
esperando la decisión de la apatía,
cargado de desdicha
rumbo al puerto de la ilusión
donde el recelo les espera.
Aunque en ese barco
que antes atunes pescaba
y ahora vidas sus bodegas llenan,
vidas que han dejado sus moradas
huyendo con miedo
y angustiosa decisión
hacia la ilusión de un sueño,
hijos sin padre,
padres sin hijos
madres con hijos
hijos sin madre, padre, ni patria,
saltando de frontera en frontera
hasta toparse con las olas de un mar
envenenado y caliente.
Ya sienten en su rostro enjuto,
En su cuerpo hambriento y mal oliente
el viento de la ilusión de un sueño,
ya lo palpan con sus manos temblorosas,
ya sus miradas llorosas lo divisan,
ya en su mente
pintan de colores la incertidumbre,
pero la realidad es otra
ya que el sueño les muestra
la ancha espalda del desdén.
La incertidumbre,
aunque de colores,
sigue siendo incertidumbre
y esta es más dolorosa que la otra
ya que en ella aparece la indiferencia,
pues con esquivez
a esas vidas
refugiados les llamamos
sin saber lo que ha dejado,
lo que han pasado
para ser refugiados
de su sueño.
Pippo Bunorrotri