Recuerdo tus ojos
mirando a lo lejos,
buscando en la noche
la aldea en silencio.
¡Qué días felices
pasados, y llenos,
de tierna utopía
y un fondo de sueños!
Soñamos, entonces,
cual niños pequeños,
en besos y abrazos
de labios maternos.
Un mundo distinto
llevábamos dentro,
susurros, al alma,
dejaban los cielos.
Suspiros divinos
de gnomos y elfos,
mezclados y juntos
de biblias y cuentos.
Bendita inocencia
vivida sin miedos,
jugando y ansiando
crecer y ser buenos.
Recuerdo que, un día,
junimos los dedos,
y atamos la manos
con un lazo eterno.
Y entonces, contigo,
surgieron los versos,
del lindo poema
de un mundo risueño.
Y fuimos felices,
amando, en silencio,
los días y noches
que luego vinieron.
Te amé, vida mía,
te dije "“te quiero”,
y tú, sin palabras,
me diste aquel beso.
Rafael Sánchez Ortega ©
27/01/25