Fue como si un trozo de madera, tras un golpeteo rápido y ahogado, se hubiese desprendido de una de las viejas ventanas, el choque sordo contra el suelo, sí eso pensé un poco aturdida, dije, no es nada, en la intensa modorra del sueño, suspirando me giré al otro lado de la cama y abracé aún más fuerte mi dakimakura (cojín), cubriéndolo bajo la misma cobija, durmamos un poco más me dije, pero en ese instante, la habitación parecía haberse inundado de un desagradable olor a humo, no puede ser, ¿Y ahora qué...? mientras tocía para despejar la carraspera, porque sentía que alguna partícula se me había quedado atorada en la garganta, y, aún más desorientada; con el inquietante olor, que ya empezaba a hacerse asfixiante; y dando la impresión de que la habitación se había tornado dos grados más oscura, con la inoportuna neblina mortuoria. Sí, eso es, reconocí el hedor ¡Ah!, ¡Es humo del crematorio! me recriminé, el sabor de este lugar ya se está perdiendo, sino es una cosa es la otra. ¡Es una lástima!. ¿Cómo es posible que nunca antes hubiese percibido ese olor?.
Olor que se intensificaba según iba elucubrando, la nueva desavenencia, y pensaba, que mala idea el haber pasado la otra noche por el Hatisala ghat (malecón del Ganges de servicio crematorio).
Ya a la deriva, sentí como si había sido lanzada dentro de una brutal centrifugadora, perdiendo la sensación, fundida o desdoblada al mismo tiempo, podía ver las múltiples imágenes, como transformadas en un raro campo escalar, en un movimiento el cuerpo rígido y haciéndose elástico, contrayéndose, parecía que empezaba a desintegrarse, y que también era una parte de mí, ofreciendo resistencia, pero la otra seguían aun agarrotada, inerme. Ya en último momento, era como si estuviese mirando mi imagen dentro de una TV antigua defectuosa, y ver la otra parte de mi que se había vuelto incapaz de sintonizarse, en una imagen fija, mientras agudizaba mis sentidos sutiles, percibí:
Un sonido de fondo, y bien audible, la voz femenina, dulce, melodiosa, con la emoción de alguién que al fin logra comunicarse, dijo ¡Madre!, ¡Madre! estoy bien aquí, llegué al lugar al que tenía que llegar... y otra vez, pero elevando un poco más la voz ¡Madre!, ¡Madre! estoy bien aquí, llegué al lugar al que tenía que llegar... y volvió a repetirlo ¡Madre!, ¡Madre! estoy bien aquí, llegué al lugar al que tenía que llegar... se seguía oyendo, con mayor insistencia en cada repetición, pero cada vez más lejos y menos audible, pero podía reconocer su desespero o tal vez era mi desespero de no poder recolectarme nuevamente, y noté que poco a poco mi imagen se empezó a hacer nítida, podía verla sobre la cama, y esta vez, oí a otra voz , alcancé a escuchar respondiendo `se lo diré...´
Tenía la garganta áspera y seca, y empecé a tocer, abrí los ojos eran las 3:33.
Baidyabati, Noviembre 25, 2021
Por Lisbeth Kumar
Foto por Michael Dziedzic vía Unsplash