Quimera

Oh, quimera de bellos ojos
mírame con tu rostro amargo
y tu tez de miel sagrada.

Escúchame, pues mis “ojalá” contigo
son tan solo fragmentos de esta triste fantasía
proveniente de la profunda oscuridad de mi querer;
indiferentes, bajo el anticuado canto de la Luz.

Sumérgeme en tu cuerpo oceánico
y asfíxiame con aquella belleza exorbitante
que en tus dedos salta con famélica mesura.

Traga cada pequeña brizna
de este pecho quebrantado
y escúpelo con tu acogedor desdén
para poder armarlo con mi fervor doliente
y en tus brazos volverlo a posar:
trámeme tu merced de torturas
y alimenta esta alma perdida contigo.

Oh, Quimera, llameante mujer,
incendio forestal en mis ojos,
penetrante astilla provocadora de mis ganas.
Doncella que de mi alma escapa
y entra cada que tu quimérica presencia
encapsula mis vicios con tus manos dulces.

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