Dame dos resultados buenos seguidos, y te amaré.
Dame tres malos consecutivos, y confiaré una vez más por lo que me diste aquella vez.
Si sigues fallando, será porque en el fondo me lo merezco, ¿no?
Pero dame al menos un resultado bueno entremedias
para hacerme saber que todavía sigues pensando en mí.
Y si me arruinas hoy, te maldeciré en la noche, pero, al alba,
volverás a manifestar dentro de mí
la inmensa clarividencia de tu resplandor cegador, cual me hace recordar
tu gloria. Y, arrepentido por mi desagradecimiento,
volveré a ti en busca de mi perdón, a sabiendas
de que no me concederás la victoria de la primera partida,
puesto que es tu misión el recordarme en la derrota
y, en la victoria, hacerme recordar lo desagradecido que fui.