Queda el poeta

Se sienta siempre allí, al fondo del café.
Junto al ventilador grande
al lado del perchero
cerca de la barra y los servicios.
De cara a la entrada, para cotejar
los que llegan y los que se marchan.
Le gusta ser vigilante en invierno
ver divertido esas caras ateridas de frío
esas manos frotándose la una contra la otra
en aparente saludo efusivo que muere en el
¡Que frío!
Se sienta allí desde hace treinta años.
Llega a la misma hora, le sirven el mismo café
largo, tipo americano -por lo de la tensión-
y se marcha en el mismo instante
en que el reloj del casino marca las dos.
Ahora es sólo él, ya se fueron
el maestro
el farmacéutico
el concejal
y el cura.
Ahora es solo
el poeta
el que cuelga el sombrero
en el viejo perchero
el que ocupa el espacio
que nadie se atreve a ocupar
porque saben que es coto vedado.
Está solo pensando por los que ya no están.
Dibuja sobre el mármol, lee el periódico
y escucha los comentarios de los ausentes
aquellos que marcharon
pero siguen en la memoria, en la rutina
y en el espacio.
Cuelgan los sombreros en las perchas
emocionales.
En los rincones donde el desuso
tapa con sábanas de recuerdos
lo que ya no existe porque ha muerto.
Es solo él quien vigila el atraso
de ese reloj de siempre
mientras busca, la manera de hacer
el soneto que nunca logró
porque solo ellos sabían
que jamás escribió un poema.
De diez de la mañana, a dos de la tarde
en el fondo del café
junto al ventilador grande
al lado del perchero
cerca de la barra y los servicios
solo queda él viendo quien entra
y quien sale.

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Excelente narración cotidiana. Un gusto leerte, poeta.

“Cuelgan los sombreros en las perchas
emocionales.
En los rincones donde el desuso
tapa con sábanas de recuerdos
lo que ya no existe porque ha muerto.
Es solo él quien vigila el atraso
de ese reloj de siempre
mientras busca, la manera de hacer
el soneto que nunca logró
porque solo ellos sabían
que jamás escribió un poema.”

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Muchas gracias por su amable lectura.