El vacío de mis brazos
el hueco de mis sentidos,
un suspiro que se hiela
un quejido prisionero.
Mirando tras las barandas
sorprendióme el desaliento,
la luna partióme el alma
mis ojos se oscurecieron.
¡Qué extraña es la madrugada
con sus puñales de acero!
¡Qué dura y qué desgarrada
clamaba mi voz al cielo!
Que no llegue la mañana
que el silencio se haga eterno,
que al soñar con tus andares
el dolor levante el vuelo.
Y entre tantas soledades
mi canción se vuelve viento
cuando mis labios sellados
van confesando en secreto:
“que no llegue la mañana
que no muera tu recuerdo".