Al fondo de la barra
de un bar de mala muerte
una copa de ron de garrafón
y unos ojos de triste adolescente.
En frente, un alma errante
le cruza su mirada varias veces,
bohemio taciturno
que añora aquellos besos que no tiene.
Al son de los acordes de un bolero,
la chica se detiene
a la orilla del hombre melancólico
sintiéndose rebelde.
Se miden y se observan,
la música enmudece,
rasgando del ambiente la tensión
que al beso le sucede.
No median ni siquiera una palabra
mas, buscan un hostal que les albergue,
furtivo y clandestino,
del frío de ese viernes.
Fue una tórrida noche
de luna agonizante de diciembre,
cuando una incauta joven y un pelele
gozaron en la alcoba de un hotel
de ilícitos placeres.
Al fondo de la barra,
hoy cumple treinta y nueve,
la impúber infeliz que vuelve al bar
con alma rota y lágrima perenne.
Le queda la nostalgia de aquel beso,
memoria de pretéritos laureles,
le queda la amargura de esos labios…,
qué importa si fue breve.