Hay una fecha
temblando en un lugar del tiempo
todavía no escrita,
pero alguien la sabe.
Te ha asaltado, a veces,
como un escalofrío en el crepúsculo,
como la foto postrera de tu padre
en el sillón de mimbre
bajo el álamo más alto del jardín.
Luego te ríes
y te doras al sol de todos los crepúsculos.
Y enciendes una vela más en cada aniversario.
Al fin y al cabo
sólo las hojas de los árboles
saben su fecha de caducidad.
(Rescatado, “mutatis, mutaandis”, del antiguo Poémame. Se me ha venido encima. Como tantos septiembres)
El poema es una auténtica maravilla, Carmen! Quizá lo recordaba, pero me ha encantado leerlo de nuevo con esa foto tan hermosa que subiste del crepúsculo…
Un abrazo fuerte, amiga! Me alegra que vengas por aquí!
Es en efecto en “claroscuro” este poema como muchos míos. Quizás por eso no me prodigo más: ando buscando una luz claara y brillante
Me encanta que me escribas, @wallacegere