He creído que algún hombre, con la desesperada mentira
cayendo de sus labios, como hilos de sabia embustera,
llegaría un día para tragarse mi lucidez con dos dientes,
cubierto con gabán negro, botines de piel y una mochila vieja.
Así como viene la noche a buscar un asiento en el bus.
He creído que pronto vendrían a indagar por mi nombre
gargantas a las que nunca retuvo una palabra sólida,
mucha gente adormecida a la que debo más de un domingo.
Y he vivido dando vueltas en la licuadora, ruidosamente.
Allí donde se preparaba jugo de temor e ignorancia.
Vagando por los largos pasadizos de la incertidumbre.
Desde que soy humano y tengo el pecho arado de desconfianza,
dibujo las líneas de mis zapatos en las costas de los semáforos
y espero en cada puerta diariamente como un visitante aterido.
Soy la gota de frío y desde entonces el corazón se me escarcha.
A nadie busco, parado junto a mi sombra juego a huirme.