El día cansado
se rinde al sueño de un abrazo vaporoso.
Amarillea el entorno,
el aguacero amenaza con desprenderse de los ojos,
en la lágrima de la sonrisa.
No es esa vida,
son los ojos cerrados
a la orilla de la misericordia.
Pero hay cura para esta herida:
una sola palabra.
¿Qué tan lejos puede llegar el alma
para escucharla?
Ingrávida, detiene el corazón y le da paso,
y se anega el pecho de olas de mar.
Es ese, es ese lugar…
donde el silencio dejó poemas en el aire,
a media tarde,
un domingo cualquiera.
Leerte es introducirse como en una pausa deliciosa y necesaria donde las letras movilizan cada aspecto del ser.
Muchas muchas gracias por compartir mi querida y admirada @Pequenho_Ze.