En la foto de la mujer, las plumas de los ángeles,
las ramas de los sauces, el temblor del talle,
la carne acariciada, la boca roja,
el pómulo alto, la oreja, el pelo oscuro,
temblor que se adivina en la sonrisa, la ternura,
el contacto sutil de una mariposa,
los ojos de carbón pulimentado y, sepia,
se adivina el cuerpo cubierto por un ligero traje.
En la otra foto, como si huyera de la muerte,
un torbellino blanco, la galga,
potencia congelada en el instante,
salta desde el manchón herboso y golpea
con la almohadilla de la frágil pata el día trémulo
en el objetivo de la cámara;
el aire desciende por la garganta hasta los pechos
y jadea bronco en los muslos hipertensos.
Las dos fotos están juntas en la caja de latón
aunque, quizás, no se conocieron,
mujer y galga, hermosas como asfódelos maduros.
La fotografía es eso, un momento de vida congelado, en el que el poeta a través de sus versos, vuelve a la vida esa imagen del pasado. Me ha gustado tu fotografía de palabras. Un saludo.
Tanto en éste, como en los demás poemas que te lea, no escribiré nada, porque siempre me quedaría corto. Solo, una palabra y con mayúscula: BRAVO!!
Abrazos
En Honed hay muchas referencias a los galgos. Es casi un símbolo en muchos poemas. Ya sé que no te gusta lo que implica pero míralo como un símbolo, hermosísimo.
Gracias, me alegro que te haya gustado. Ya no guardamos las fotos en una lata, Hacemos miles, las tenemos en el móvil y en el ordenador y no volvemos a verlas. Pero ver fotos antiguas nos depara sorpresas. Buen día