Aquel grito callado
que soltaran mis dedos
derramándose lento
por un papel de viento
que errante se ha perdido.
El eco de su canto
hoy se ha vuelto susurro
en los largos caminos
donde todo la nombra.
Habrá sido en el viento
o en el rumbo.
Camino del desierto
o sudestada.
Sus alas de papel,
su tinta breve,
retazos de un latir
que se hizo canto,
rodante en tristes versos
taciturnos.
Quizá se habrá perdido
en los umbrales,
ondeando su figura
en los andenes,
cayendo boca abajo
entre los surcos
para volverse tierra
en los trigales.
Habrán sido mis brazos
los culpables,
estambres del ocaso
en la alborada.
Aliento que se marcha,
inevitable.
En la leve penumbra
de un papel olvidado
cubierto de cenizas desoladas.
Hay palabras que hoy danzan
fútilmente,
rondando los susurros de la nada.
