Sé que no volverás, yo te inventé,
como una Diosa creada en falsos ritos.
Con el aire jugabas a la magia, de tu cuerpo
surgían universos, el Olimpo habitábamos los dos.
Tu mirada me rompía en mil pedazos
y volvías a rehacerme como un ángel.
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Día a día, Ariadna de falsas promesas,
me enredaste en laberintos sin salida,
cual cervatillo inocente, tan perdido,
en el centro del bosque abandonado.
Zarpó un barco una mañana y tú no estabas
y tu ausencia, irreparable, rompió el sueño.
….
….
Pero un día volverás: astro del alba nueva,
porque sé que yo podría amarte eternamente:
con la fuerza del océano a la playa,
con todo el deseo de una ola
que apoyada en el viento sube al cielo,
sus gotas mezcladas en el tiempo.
….
Si ese velo que te cubre y que te aleja
que te vuelve distante, como un sueño,
se abriese dulcemente en la mirada,
y tu piel, como el mar que baña el sol,
acogiese mis colores en sus aguas: dos cuerpos
y un único sentido, ajenos al olvido y a la muerte.
….
….
(Un cosido de versos a partir de dos poemas que publiqué hace tiempo. Con alguna variación).