Píldoras poéticas: tres libros, una canción y el último día de lluvia

amanecí sin saber como llegué a la cama,
llegué tarde pero no importó,
nadie me esperaba.
llegué a casa con un libro bajo el brazo
y me encontré otros dos en la encimera,
uno fue un trueque entre poetas
y me hizo leer a Bukowski con otros ojos;
era igual de crudo y explícito
y solitario y monumental
y me hizo envidiar no tener una experiencia tan curada
como para desnudarme en papel.
escuché la canción que hablaba de mí
aunque ella no lo sabía
y me llevó al salón donde más escuché
canciones que sabían hablar de mí
y yo aún no reconocía;
el idilio de un once de mayo de dos mil ocho
a esta misma hora,
con esta misma piel
pero con menos pájaros en la cabeza.
me acordé de un hombre mayor
que perdió el bus esta mañana
y agachó la cabeza
y me recordó a mi abuelo y me dio pena
y fue un consuelo porque eso significaba
que todos estaban igual de perdidos que yo,
recordé a una mujer que no paraba de moverse
y pestañear
e hiperventilar bajo la mascarilla,
¿así soy yo cuando aprieto mis tuercas?
me miré al espejo y vi mis estrías,
me miré las uñas mordidas
y los ojos que habían cambiado de expresión
en menos de dos días,
descubrí que desde la garganta también se oye la vida
e intento tenerla ocupada;
no llevarme la mano al pecho,
ignorar a la niña caprichosa que se aburre,
hoy tengo menos miedo
y solo muero de belleza;
amantes venía de amar,
pero para tener lo primero
hay que lograr lo segundo antes.

inspirado en : “amantes venía de amar”, poemario de Roberto Álamo y “cada vez cadáver”, canción de Fito y Fitipaldis

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