Desvestirnos dura la eternidad
de los instantes.
La desnudez es infinita,
como la luz de un diamante.
Sentimos la fiebre
de la erupción de los volcanes.
Nos abrimos los huesos
con besos de huracanes.
Gime la noche,
el placer en la piel centella.
Sos un oasis de luna
con perfume de estrellas.
Giran los cuerpos,
como si fuesen planetas en el cosmo
Y fuegos brillantes
de piedras estelares somos.
Desear es darse en alimento
como caníbales hambrientos.
Se arquean como juncos los cuerpos
en los brazos frenéticos del viento.