Nos hemos convertido
en un desastre
de dimensiones infinitas.
Soy
como el número pi
intentando contarse
los desatinos por decimales
-por ser suave-.
La coma después del tres
se hace montaña
ante dos semanas
deambulando
separados
-opuestos-
por la misma casa.
Hemos dado por perdida
una ecuación
de primera,
tú te achicaste
ante la tercera nube fea
y yo me transformé
en relámpago
una noche de verano
-qué extraño te encontré
aquel segundo jueves de agosto-.
Yo
que pensé
que de tus manos
lloverían astros
y que con las letras de tu nombre
podría tejerme
un cielorraso.