Lírico
¡Mi mente vuela!
Vuela sin detenerse.
Todo lo acontecido lo merece,
bueno o malo,
y como un árbol torcido crece.
Mente prodigiosa,
humanamente defectuosa,
leyes con frases mentirosas.
He absorbido tanto,
y voy pagando altos intereses.
Voces, murmullos incoherentes,
sin piedad, en picada,
caen de los cipreses.
Esas voces escucho
y duermo en su arrullo,
ya nada golpea al petrificado orgullo.
Sentir es el placer más grande,
respirar contaminante.
Sentir amor solo de amantes,
sin lazos litigantes.
Casarme y estar distante.
¡Quiero sentirlo así!
Sin ningún interrogante.
No preguntes o serás insignificante.
Entiende mi pensamiento
refrescante y gélido, tócalo
y dale un ópalo
entre escarlata y negro
al falo enjaulado que brama como perro.
¿Oh, si acaso lo entiendes?
Ayúdalo a su entierro.
Te pondré mi marca
con el candente hierro,
tocarás el cielo
y vivirás por temporadas un infierno.
¡Pero no me arrepiento de nada!
Aunque me ahogue tontamente
como un pez en el agua.
Escapé de un nosocomio,
no sé ni cuando ni como,
pero brillo con destellos de cromo.
¿Hoy qué somos?
Por ti no se apaga el sol
y penetra tormentoso por el domo.
¡Quema!
Tú eres el sol,
ni en días nublados me dejas solo.
Eres dolor,
eres tierra seca,
y cuando llueve, lodo.
La sed no cesa,
y con el hambre de ti,
por el primer puesto pelean.
Sin arrepentimientos vanos,
saltemos a un abismo,
yo jamás soltaré tu mano.
Te comeré en un acto de canibalismo
mientras caemos,
y seremos un recuerdo sin principio,
un brote ensangrentado
que hará crecer la belleza
de mi amor contrito en un lirio.
Jorge Martínez C.
Autor.
Imágen: John William.