Acudo al mismo río a cada instante
con su fronda y sus trinos envolviendo
la danza de la esencia que va siendo
llama de viva altura y luz constante.
Ardida maravilla, desafiante
cascada de silencio que no entiendo
en la tarde que el plomo va fundiendo
la cigarra y su cántico estridente.
El álamo se mece en el reflejo
del agua que discurre en el espejo
inmutable que guarda la vivencia
del río; los azules demorados
de trinos de los pájaros amados
vigilando, precisos, tu existencia.