En el equilibrio zigzagueante
del camino celeste que me lleva a ti,
ciérrame estos ojos valientes
y llévame contigo, amor;
y, si no, hiéreme firme,
sin miedo, con esas manos indiferentes.
Y si la química exacta lo impide
y la criminal física me delata,
te arrojaré al duro silencio
del infinito sendero indolente,
que mi olvido te reserva
a ti, amor, mi compasión irreverente.
…
Pero antes que mi cuerpo blando
ocupe su hueco inmutable,
me arrancaré este músculo latente
infecto de mí sangre lanzado,
y en tu memoria crecerá eterno,
por siempre, amor, mi corazón despedazado.